"Y ahí estabas, en un cubículo superior, con la pluma y libreta a la mano. La gente parecía no importarle tu existencia, y menos la mía; a pesar de todo, nunca pudieron ver ángeles. Sonreí al verte. Por fin ya te había encontrado.
La campana sonó. El cuarto se vació en segundos. Y te vi... Bajaste de tu trono negro tímidamente. Ignorabas mi presencia, y mientras bajabas, sonreía en mi interior de gran felicidad y paz, aunque la sonrisa no pudo escaparse de mí y la exteriorizaba.
Y entonces, ahí... Levantaste la curiosa mirada. Te sonreí... Y tú habías quedado paralizado, inmóvil, contemplándome, admirando la Luz que emanaba de mí y mi rostro, aunque este último yo no lograba verlo, ni siquiera en los espejos de ese mágico lugar...
Al fin de unos momentos, rompí el hielo con mi voz...
'Nos volvemos a encontrar, amor."