
Brisas frescas, ni cálidas ni frías... Frescas. Brisas frescas y armoniosas, besando suavemente el rostro, y que salieron del suspiro de una diosa enamorada jugando en los jardines del Cielo y asomándose a la Tierra traspasando el velo negro de la noche y creando estrellas de brillantina.
Sábanas suaves, luminosas por el efecto de la mágica Luna, sutilmente arrugadas. Una extraña pero familiar y apacible energía de Luz y paz alrededor de tu ser, parecía invadir enteramente el aposento. Piernas delgadas, cuerpo pequeño, manos exquisitas... Dulce energía de la juventud.
Un verde digital fosforescente a tu lado en el buró tomaba las riendas del tiempo. Marcaba los símbolos 1:00. Parecía no importarte tanto.
Música llenaba hasta más no poder tu cabeza de alegría y amor, esa música que conociste una vez y que admiraste en el momento, esa que escuchabas y sentías que era tu dedicación, tu fuente de inspiración, tu desahogo a los enredos y a las palabras.
No había quien te acompañara. El encuentro siempre es a solas...
Cómo los espacios eran tan vacíos y tan llenos a la vez. Solamente tus dulces suspiros de la espera, las estrellas y la Luna eran tus acompañantes en esta ocasión.
La cabeza del edificio de un hotel se asomaba por la ventana, preguntándose si habrías dormido ya o si seguías despierta; las rendijas lo hacían ver dividido. El pequeño pasillo que daba el pasadizo secreto entre dos orígenes los unía. Todo era oscuro... Excepto tu cama, que brillaba esplendorosa, como una novia plena y feliz a punto de entregarse al amor.
"¿Esto es un sueño?", te preguntaste. "¿Era un sueño el seguir con los ojos abiertos después de la hora del toque de queda? ¿Era un sueño el sentir y vivir la vida? ¿Era un sueño pensarte, y sonreír al hacerlo? ¿Es un sueño saber con firmeza que te encontraré algún día? ¿Es un sueño sentirte?"
Y ahí estabas. Hablando con las estrellas, aunque te costaba alcanzarlas para estar con ellas, y la noche, con la cabeza acomodada en el hombro de la Luna, cuestionando la filosofía y a la vida misma.
De repente, una melodía se escucha a la distancia. Te toma por sorpresa; nunca habías escuchado la presencia de la música mientras la noche envejecía. La lírica de la canción te hizo descubrir la dedicatoria de la hermosa y armónica pieza.
Dos mortales se habían enamorado, y el hombre enamorado le había traído una tierna serenata a su amada. Era hermoso ver a dos seres humanos unidos por el amor, a dos seres mortales vivir juntos la experiencia del amor...
Ésa era la causa de tu insomnio. El pensar, el imaginar, la vida junto a quien sería tu verdadero y real amor. Sabías indudablemente que una gran, feliz plena vida te esperaba un poco más adelante.
Pero... ¿quién eras tú para ya verte con él? ¿quién eras tú, al imaginar ya las cosas que harían juntos, disfrutando de los dos? ¿quién eras tú al pensar en el futuro de su amor?
¿Quién era esa niña soñadora que se sumergía en lo más profundo de sus fantasías, quién era esa linda bebé en aquél entonces que se comportaba incongruente con el tiempo?
Hoy, agradeces haber escuchado a la vocecita y haber tenido paciencia y confiar.
Hoy, miras a las estrellas y sólo con tu radiante sonrisa les contagias tu felicidad y brillan aún más. Ya no tienes que saltar para atraparlas, por que con él ya no se requiere hacer ni un menor esfuerzo para alcanzarlas; hoy miras a la Luna con esos ojos llenos de amor y paz sonriéndole, extremadamente feliz, ahora muy bien acompañada, dándole las buenas nuevas que el joven paciente, ahora un hombre conciente y lleno de amor, ha llegado a tu vida y ha llegado para quedarse junto a ti y tú junto a él SIEMPRE =)